Conocer Santa Coloma para Santa Coloma

Usted, sí, usted. Usted que camina por la ciudad de Santa Coloma de Gramenet. Usted que entra a comprar en una tienda un domingo a las diez y media de la noche. Usted que va por esos barrios. Usted que coge el metro para ir a trabajar a una oficina en Barna. Usted que coge el autobús para ir a trabajar a Martorell a la planta dela Nissan. Usted. Piense un momento. ¿Vive usted en Santa Coloma o vive usted en la ciudad ideal de Santa Coloma?

La jornada propuesta por Fòrum Grama y el Casal del Mestre bajo el título ‘Diàlegs a la Riba del Besòs’, nos mostró, gracias a la exposición del experto de la AMB, Ernest Ruiz, una ciudad que conocemos, una ciudad encuadrada en un entorno, comparada con él y en relación con, que nos consume y que nos encanta. Que vivimos y sufrimos. Que disfrutamos y que nos preocupa. Una ciudad con problemas y con futuro. Y sobre todo, con un presente.

Hay dos ‘Santa Colomas’. Se nos llena la boca diciendo que Santa Coloma es una ciudad plural, diversa, viva, pero nos equivocamos de medio a medio. Dos ciudades en una sola. La ciudad de Santa Coloma que nos relatan las frías cifras e indicadores estadísticos, la ciudad real, la ciudad que sigue arrastrando las consecuencias de un crecimiento urbanístico plagado de corrupción, falta de escrúpulos y hacinamiento, la ciudad con la media de paro juvenil más alta del Área Metropolitana de Catalunya, una ciudad con un índice de población bajo el epígrafe de ‘gent gran’ también superior al de la media, una ciudad con el índice de intervenciones de Cáritas más alto, una ciudad con el índice de población venida de otras tierras más elevado… en definitiva, la ciudad que usted recorre todos los días.

Y hay otra ciudad. La ciudad que nos gustaría ser. La ciudad que imaginamos ser. Una ciudad que pensamos que somos y que las cifras nos desmienten. Una ciudad ideal, una ciudad poblada por otras personas, una ciudad que se sueña universitaria (cuando existe un problema de fracaso escolar entre los propios colomenses que se debería afrontar con seriedad), gastronómica (inventando eventos que gran parte de la población colomense mira de lejos), de grandes festivales multitudinarios (que hipotecan nuestro territorio sin saber qué beneficio real se obtiene), termal… Una ciudad de ocurrencias para vestirnos de algo que no somos. Una ciudad imaginada para romper el estigma, el maldito estigma, el condenado estigma, de lo que vemos todos los días por las calles.Una ciudad que se niega a sí misma. Una ciudad que huye de la realidad. Una ciudad contenta de olvidar ya no el pasado, sino su propio presente. Una ciudad que funciona pensando en ser otra.

Y así estamos. Viviendo en una ficción. Gobernada desde la Plaça de la Vila por quienes piensan que la ciudad se arregla superponiendo otra ciudad ideal que maquille la ciudad real. Una ciudad que no se reconoce. A la que le gustaría ser otra. Gobernada también desde la Plaça Sant Jaume por quienes ignoran que esa realidad es también su responsabilidad.

¿Y qué podemos hacer? Conócete a ti mismo, decía el Oráculo de Delfos. Plantear un proyecto global para Santa Coloma sin reconocer que en Santa Coloma vivimos personas con unas características concretas y no otras, nos aboca a lo de siempre. A la política de grandes titulares, de imagen, de ‘antes éramos un suburbio pero ahora hacemos cosas a las que puede venir gente bien de Barcelona’. Una ciudad que recuerda orgullosa que fue suburbio y que cree que ya no lo es. Y las cifras nos dicen otra cosa. Que la ciudad es su gente. Y se trata de su gente.Que no se puede pensar Santa Coloma para otra gente y sus necesidades. Es un parche y es injusto.

Si por algo avanzó Santa Coloma fue por el empuje de su gente por hacer y construir la ciudad real. Ese sueño se ha perdido. Tenemos que recuperarlo.

Antonio Molina